La comunicación es el puente que permite el encuentro entre las personas, la maravillosa trama que todo lo conecta. Es tan imprescindible para vivir como lo es el oxígeno que respiramos: no podemos imaginar lo humano por fuera del entretejido comunicacional.
El fenómeno de la comunicación es tan universal, lo hemos desarrollado desde una edad tan temprana y es una experiencia taninmediata que pocas veces reparamos en su complejidad y sus misterios. Como a veces nos pasa con nuestro cuerpo —no le prestamos atención a un órgano hasta que nos duele—, lo mismosucede con la capacidad de comunicarnos: recién se hace figura en nuestra conciencia cuando nos topamos con un obstáculo, cuando queremos hablar en otro idioma, cuando participamos de un malentendido, cuando la misma comunicación se resiente.
“La comunicación es un acto de amor”. Me tomó pocos segundos entender racionalmente el significado de esa frase y diez años encarnar su profundo sentido. Comunicarse es verdaderamente tender un puente en el que el encuentro con el otro pueda ser posible, implica una profunda aceptación del otro como otro legítimo, honrando su derecho a ser diferente y aceptándolo en su alteridad tal como es.
Ese amor no es solamente un sentimiento, no es una cualidad escurridiza que surge y se desvanece siguiendo el ritmo de nuestra vida afectiva. El amor al que nos referimos es una práctica de aceptación y respeto que se manifiesta en nuestros comportamientos, en la manera en que nos relacionamos con los demás.
Como en el saludo hindú del Namasté —que consiste en juntar las manos a la altura del pecho, inclinar levemente la cabeza, y con ese gesto reconocer y reverenciar la dimensión sagrada que se encuentra presente en el otro—, reconocemos a nuestro interlocutor como un ser humano y no como mero instrumento para satisfacer nuestras necesidades.
La Comunicación como Arte
La comunicación también es un arte.
A un músico con un instrumento desafinado le resultará muy difícil ejecutar una bella melodía. La música no es el instrumento que le da vida, pero necesita de él para brotar. Los músicos lo saben y por eso se dedican con esmero al cuidado y al aprendizaje de los
secretos de su instrumento. Los deportistas entrenan y cuidan su alimentación y su cuerpo. Los artesanos adquieren destreza en el uso y el buen mantenimiento de sus herramientas de trabajo.
¿Cuáles son los instrumentos que requiere el arte de la comunicación?
Surgen en nuestra experiencia de una manera tan inmediata, tan automática, tan inconsciente, que los tomamos como algo dado y en general no los vemos como herramientas que debamos atender y cuidar. Y mucho menos desarrollar y entrenar.
Muchos cuidan sus computadoras, sus automóviles y sus teléfonos celulares con más esmero que con el que se cuidan a sí mismos.
Invierten más tiempo y dedicación en aprender cómo funcionan sus máquinas y sus nuevos programas de software, que en aprender cómo funcionan ellos mismos.
Es un fenómeno comprensible: nadie nació sabiendo operar una computadora, pero casi todos nacimos dotados con un cuerpo y una mente que funcionan, al parecer, solos. Mal o bien, todos nos comunicamos.
Pero ese modo de funcionar está muy lejos de constituir un arte.
Si queremos que la comunicación fluya como una danza, un acompasarse con los demás —en nuestros vínculos íntimos, en el trabajo, con nuestros amigos o clientes— en una coreografía que facilite el entendimiento, el respeto y la consecución de nuestros objetivos, podemos proponernos trabajar con nosotros mismos, entrenarnos y afinarnos tal como un músico lo hace con su instrumento.
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