El día perfecto se va esfumando de a poco entre mis volutas de humo y los rezongos de Matilde, la primera paciente de la mañana.
Estoy un poco congestionada, ¿podrías apagar la pipa?, y más que un pedido es una exigencia imperativa escondida en esa mirada suplicante de vaca buena, la misma mirada con la que va aniquilando a su marido. Matilde se queja de que a él sólo le importa su trabajo, que no le presta suficiente atención, que no lo conmueven las dolencias de ella, que a veces hasta la agrede, ¿a vos te parece? dice mirando mi pipa, y tose, tose con ganas, muchas veces, con tos de dragón a punto de lanzar un lengüetazo de fuego sobre mi pipa. Pero yo sé que ella sufre de verdad, y lo que me dice de su marido es verdad también, tan verdad como que lo va aniquilando. Él solo ve su mirada de vaca buena, de esposa sufriente dolida por la lumbalgia, la artirits, el reuma, las congestiones eternas, la psoriasis, los padecimientos que aparecen y desaparecen sin razón médica alguna.
Tómese un rivotril y consulte a un psicólogo, le dijo su clínico después de un millón de análisis, porque lo que usted tiene es que en realidad no tiene nada.
Pero ella sufre. ¡Claro que sufre! Y el médico dio en el clavo: sufre porque no tiene nada. Nada de vida. Nada que le dé sentido a sus sesenta y cinco años. Nada de nada. El marido no entiende porqué en vez de experimentar la lógica y tierna compasión que cree que debiera sentir por las dolencias de ella, tiene un odio de acogotarla que apenas si disimula. Pero yo sí lo entiendo. Entiendo ese odio. Es mi trabajo. Matilde no me suplica que apague la pipa. No me lo pide. Me lo ordena y disfraza su exigencia con ojos de vaca buena.
Las vacas buenas sí saben manipular al mundo, no es fácil defenderse de esa mirada de ojos tristes, entrecerrados, abnegados. Ojos que gritan lo que la boca calla. Es la pipa o me muero, ¿entendés? ¿Vos querés que me muera? ¿Tan desalmado sos?
¿Qué te cuesta apagar la pipa por una hora si después con los otros pacientes la prendés y fumás todo lo que se te dé la gana? Si a los otros pacientes no les importa su salud, allá ellos, si vos nunca escuchaste hablar del cáncer, querido, es tu problema, el mío es que hoy —como ayer, como mañana, como siempre— estoy muy congestionada, ¿entendés? No puedo respirar, me voy a morir de congestión, ¿entendés?
Matilde.
(continúa)
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